El debut de Chile en materia de organizar un Campeonato Sudamericano, estuvo rodeado de muchos detalles anecdóticos, muy propio de un país que por esos días miraba desde abajo el progreso de los vecinos rioplatenses. La primera gran novedad es la contratación de Juan Carlos Bertone, entrenador uruguayo, quien fuera traído por la Asociación de Football de Chile con la misión de abandonar el último lugar, “privilegio” exclusivo de la Selección en los 3 torneos precedentes. La otra gran novedad es que al no contar Santiago con un recinto de categoría para albergar el torneo, se recurre al Valparaíso Sporting Club de Viña del Mar como sede del cuadrangular subcontinental. ¿Otras “perlitas”? El financiamiento del torneo se logra con el apoyo de la población, ya que de los $260.000 necesarios, el Estado sólo aporta con $100.000, viéndose obligado el Comercio de la zona y el público en general a solventar los recursos faltantes. ¿Más? La delegación uruguaya, exige el pago de los viáticos en gramos oro, a fin de asegurar su exclusiva presencia en el Campeonato. Otra novedad la constituye la conformación de la Selección, que recurre en gran parte a jugadores de la –hoy- octava región, principal animador de los Campeonatos Nacionales de la época. Volviendo a Bertone, éste implanta un férreo régimen de preparación, donde aparece por vez primera la palabra concentración, que no es resistida por algunos jugadores; incluso, por llegar tarde a un entrenamiento, son desafectados los jugadores Díaz y Báez; mientras que el mítico Maestro Guerrero señala “El entrenamiento que nos ha hecho el señor Bertone en primer lugar nos ha puesto como pluma para correr, ya ve usted que estoy flaquito”. Sin duda, el ánimo y la expectación eran desbordantes, y la prensa llamaba a los dueños de tiendas y almacenes a cerrar temprano los días de partidos, a fin de asegurar un lleno en el Sporting.
Sobre los ilustres invitados (Argentina, Brasil y Uruguay), habrá que resaltar la figura de José Piendibene, el “Maestro” uruguayo, proveniente de Peñarol. Brasil, campeón en 1919, sólo mantiene un jugador de ese plantel, y mostrará en cancha un desorden que se proyecta desde su orgánica institucional. ¿Y Argentina? Trae a insignes como su arquero Tesorieri y a su goleador Libonatti.
El desarrollo del torneo, disputado entre el 11 de septiembre y el 3 de octubre, estará marcado por la gran presencia de público. Se registran cerca de 94 mil personas en las seis jornadas del campeonato. El debut de Chile es ante Brasil, y se cae ajustadamente por 0-1. Sin duda, un valioso score, considerando que en los dos torneos anteriores, nuestra selección había cosechado once goles en contra ante los brasileños. Nace también el concepto del “triunfo moral” puesto que la exclusiva conquista del partido nace de un error de Unzaga, quien trata de ceder el balón al arquero (Guerrero); sin embargo, su intento termina en un desafortunado autogol.
Mientras, en el partido con más público del campeonato (20.000 aprox.), uruguayos y argentinos igualan en un tanto. Pero la gran sorpresa vendría para Chile en su segundo juego, ante Argentina. Un gran empate 1-1, con gol anulado incluido –en favor de Chile- instala la decepción en la parcialidad chilena, que carga todas las culpas en el juez Di María, brasileño. En la cuarta fecha, Uruguay destroza 6-0 a Brasil y depende de sí mismo para campeonar, precisamente ante Chile, en el cierre del campeonato.
La penúltima fecha confirma a Argentina como potencia regional, al vencer 2-0 a Brasil, relegándolo al tercer lugar. Chile cerrará su participación en el Sudamericano cayendo 1-2 ante Uruguay, que se queda con el título. El gol de Bolados no bastará ante la eficacia charrúa, que cuenta en Ángel Romano a otra figura de excepción, que por esos tiempos ya jugaba en Boca Juniors de Argentina y que fue uno de los referentes de la selección, incluso a nivel olímpico.
Las conclusiones del torneo para Chile son realistas: desde Argentina se pregona que el fútbol mostrado por los nacionales era el demostrado en Buenos Aires hace 10 años o más, abusando del uso del cuerpo. Bertone, por su parte, es alzado como un gran estratega, y se le ofrecen las comodidades necesarias para proyectar su cargo como Instructor, Director y Asesor de la Asociación de Football. Las arcas también sonríen, con un superávit de más de $3.300. En lo netamente estadístico, se habían recortado las vergonzosas diferencias de torneos pasados, y quedaba la sensación de que se avanzaba, aunque habría que esperar 6 años más, en un nuevo torneo organizado en casa, para lograr el primer triunfo en un Sudamericano.
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